La dualidad del "yo"
- Ana Laura

- 20 mar
- 2 Min. de lectura
Estos últimos días he estado dándole vueltas a la dualidad del “yo”. Esas dos versiones que existen de nosotros: el "yo" actual, con nuestros miedos, dudas y costumbres arraigadas. Y el "yo" ideal, esa imagen que tenemos en nuestra mente de quien nos gustaría ser: más disciplinados, más creativos, más seguros.

Considero que, en cierta medida, todos tenemos estas dos realidades. Y la distancia entre ambas puede influir mucho en nuestra autosatisfacción. Cuando el yo ideal se parece mucho al actual, es fácil sentirnos seguros y felices, orgullosos de quienes somos y de nuestros logros. Por el contrario, cuando esta brecha se alarga demasiado, aparecen la frustración, el desánimo y la sensación de que nunca vamos a alcanzar la meta.
Todo empezó porque, hace algunos días, me junté con un grupo de amigos del colegio. A algunos de ellos llevaba ya tiempo sin verlos. Ponernos al día y contarnos nuestros sueños, logros y decepciones se ha convertido en una especie de ritual en cada reunión. Al terminar, no pude evitar sentir mi corazón lleno de orgullo, observando cómo todos, a pesar de haber tomado caminos tan diferentes, estamos enfocados en convertirnos en nuestra mejor versión.
Pero ¿qué significa “nuestra mejor versión”?
Opino que, siempre y cuando no lastimemos a nadie en el proceso de crecimiento personal, esto puede significar algo diferente para cada quién. No existe un “right or wrong” colectivo, sino uno individual, que parte de nuestras creencias y valores.
Si el “yo” ideal se ve diferente para cada quien, ¿existe entonces un camino para alcanzarlo? ¿Cómo saber si vamos en la dirección correcta?
Quizás la clave se encuentra en la resiliencia. La decisión consciente de seguir adelante, de continuar incluso cuando no nos sentimos motivados. Para ello, establecer una rutina puede ser muy ventajoso. La rutina nos permite mantener el enfoque, incluso cuando las condiciones son menos que ideales.
Un escritor no se convierte en escritor cuando publica un libro, sino cuando hace del acto de escribir algo cotidiano. Un artista no es artista por una gran obra, sino porque todos los días se sienta a crear, aunque sea un boceto.
El "yo ideal" no aparece por arte de magia: se construye. Cuando algo se convierte en hábito, pasa a ser parte de nosotros. No se trata de escribir una novela de un día para otro, sino de escribir un poco todos los días.
Es casi imposible transformar nuestras vidas de la noche a la mañana, pero es mucho más sencillo dar un pequeño paso cada día. Y luego otro. Así, sin darnos cuenta, la brecha entre quien somos y quien queremos ser se hace, poco a poco, más corta.
Me gusta pensarlo así: cada día tenemos la oportunidad de acercarnos más a quien queremos ser. No es necesario esperar a que todo esté en su lugar, ni buscar la perfección. Simplemente debemos actuar.
Entre mejor estructuremos nuestras rutinas de forma intencional, más nos acercaremos a la libertad plena. Sin depender de los caprichos del día a día o nuestros estados de ánimos, hacer lo que dijimos que haríamos nos da paz.
Y esto es clave: el “yo” ideal no es una meta inalcanzable ni una versión lejana y futura de nosotros mismos. Es la suma de cada pequeño esfuerzo, de cada decisión que tomamos.



Comentarios